Hace años fuí deportista y aprendí mucho de ello. Me acuerdo cuando empecé, tenía muchas expectativas, pero no sabía como iva a salir está nueva experiencia. Era chaval y me gustaba mucho el deporte, ya hacía mucho y practicaba fútbol, montaba bicicleta con una BMX que tenía y me iva con mis amigos de excursión al campo en la ciudad donde vivía casi a diario. Pero quería más, quería entrenar natación y así que hable con un entrenador que conocía que era el entrenador del equipo de natación local. El me contesto que por la edad no tenía mucho futuro ya y era cierto, este es un deporte que hay que empezar desde niño para poder desarrollarlo de manera muy competente. Pero fui insistente y me aceptó en su equipo.
El primer año fue muy duro porque tuve que entrenar demasiado para poder tener algo de nivel y me exigieron mucho. Me dí cuenta que el entrenador no daba un respiro en los entrenamientos y llevaba muy a rajatabla los tiempos y las metas que se proponía que un nadador debía mejorar. Los entrenamientos eran de lunes a sábado y duraban 3 horas y los hacíamos por las tardes después del colegio. Llegaba tan cansado a casa que muchas veces no cenaba sino que directamente a la cama. Entrené durante 3 años hasta que acabe mi etapa de estudio de colegio y luego en la universidad sólo continúe un año más, ya no tenía tiempo.